Por Azael Abdí Vázquez Román.
La mención más antigua que se tiene sobre Chacampalco la recopila el padre Minos en un documento fechado en el siglo XVII, de manera específica el 19 de marzo de 1620. Se le menciona como una mojonera, es decir, como un terreno que delimita los límites territoriales entre dos pueblos, durante un conflicto entre un señor llamado Don Juan Davisto que, según se relata, se quería adueñar de terrenos que pertenecían de manera legítima al curato de Santo Domingo Tlaquiltenango. En el documento se narra la forma en que se hicieron recorridos en los terrenos para dejar claros los límites en litigio.
La mención más antigua que se tiene sobre Chacampalco la recopila el padre Minos en un documento fechado en el siglo XVII, de manera específica el 19 de marzo de 1620. Se le menciona como una mojonera, es decir, como un terreno que delimita los límites territoriales entre dos pueblos, durante un conflicto entre un señor llamado Don Juan Davisto que, según se relata, se quería adueñar de terrenos que pertenecían de manera legítima al curato de Santo Domingo Tlaquiltenango. En el documento se narra la forma en que se hicieron recorridos en los terrenos para dejar claros los límites en litigio.
La segunda mención a Chacampalco se hace en 1758, en el texto
que relata la negociación para la apertura y construcción del apantle mayor de
Tlaquiltenango. Se le menciona todavía como lindero y mojonera, por lo que no
es claro el momento en que comenzó a estar poblado este sitio. Aunque al igual
que la colonia 3 de mayo, pudo haber quedado poblado por los trabajadores que
construyeron el apantle; o quizás ser un lugar poblado y despoblado en
distintas épocas de la historia.
En mapas del siglo XIX se hacer referencia a Chacampalco,
aunque no se especifica si ya es pueblo o sigue siendo una mojonera. Lo cierto
es que Chacampalco es un punto en la geografía con varios siglos de existencia,
característica que lo dota de una gran importancia, pues como se cuenta en los
documentos del padre Minos, como se aprecia en los mapas y como se puede ver
hasta ahora, es el límite histórico entre Tlaquiltenango y Tlaltizapan.
Un dato por demás interesante es la manera en que se escribe el nombre del poblado en los documentos citados, pues se
escribe como Xacampalco, fonema que derivó en Chacampalco, y no en Jacampalco o
Sacampalco, como hubiese sido natural que sucediera. El significado del nombre
del lugar es aún incierto, la referencia más cercana que se tiene es Zacapalco,
que según el catálogo escrito por Cecilio Robelo en 1897 significa “en el
zacate húmedo o mojado”. Sin embargo, la derivación que llevó a la Z se da por evolución de escritura con Ç, es decir, que para que se pudiese escribir Zacapalco, se tuvo que escribir en un inicio como Çacapalco.
De manera personal, considero que más bien la escritura original fue Xacapalco, cuya etimología se da a partir de Xacalli (Choza, casas de paja), Paltic (mojado, húmedo, fresco) y Co (lugar de, con), es decir, 'Lugar con chozas húmedas o frescas'. Por tanto, se puede inferir que Chacampalco fue, desde la época prehispánica, un acentamiento aunque quizás sin mucha importancia.
El nombre de 'Alfredo V. Bonfil' es relativamente nuevo, pues
no hace mucho tiempo que la colonia se bautizó con este nombre. Este personaje
es desconocido para muchos e incluso hay quienes piensan que fue oriundo de
Tlaquiltenango. Lo cierto es que Alfredo Vladimir Bonfil Pinto nació en
Querétaro en el año de 1936; fue un destacado líder campesino y bastión
incómodo del PRI. Murió en un accidente aéreo en el puerto de Veracruz en 1973,
y al igual que Chacampalco, muchas colonias, escuelas y calles llevan su
nombre.
Es así, como nos acercamos a conocer aún más los lugares que
visitamos día con día, o que fueron de gran importancia en nuestra niñez o
adultez, lugares que no terminamos de valorar porque no reflexionamos sobre
cuantas generaciones estuvieron allí, y lo que significó para ellos.